Ana y Quito

Ana y Quito vivían junto a sus 2 hijos, Pablo y Ruth, en su casa en Piedras Blancas. Eran una familia muy unida y creyente. Con la crisis del 2002 la situación se volvió aún más dura y comenzaron a ver, todos los días, a los niños del barrio, revolviendo la basura. El matrimonio no soportó ver a esos niños sufriendo de hambre y abrió las puertas de su hogar de día y de noche. "Alguien lo tiene que hacer. No se puede dejar las cosas así, hay que hacerse cargo", dice Ana. Catorce niños dormían con la familia y 40 recibían atención diurna en el hogar.

La hija del matrimonio planteó a sus padres que se iría del hogar y ambos le explicaron que habían asumido un compromiso con esos niños y no podían abandonarlos. Poco tiempo después Ruth se fue de su hogar, lo cual causó un enorme dolor en Ana.

Cada vez eran más los niños que necesitaban apoyo por lo que Ana y Quito decidieron destinar un terreno que tenían para su familia, a dos cuadras de su casa, a construir allí un merendero para alimentar a los niños.

Quito comenzó a destinar todo su sueldo en la manutención del espacio (luz, agua, internet, parte de los alimentos ya que la leche y el pan son donados por otras instituciones). Ana, además de alimentar a las 150 personas que atienden, les brinda apoyo escolar todos los días, logrando resultados excelentes en el rendimiento de esos niños (llegando a índices que ni asistentes sociales logran con la población atendida). Su herramienta: el amor.

Su sueño es terminar de construir la casa de material donde alimentarán y brindarán talleres educativos a los concurrentes donde adquieran herramientas para lograr una inserción laboral en la sociedad.

Hoy en día el espacio está conformado por 4 contendedores, pero en los días de lluvia carecen de espacio interior donde albergar a todos los niños.

"Nosotros siempre estamos bien, ojalá pudiéramos darle más a los niños. Más alimentos ya que sólo podemos cubrir la merienda, un espacio mejor con techo cerrado. Lo que seguro nunca les va a faltar acá es Amor", Ana.